16 dic 2010

Capítulo 13:"Mafia = Gorilas"

4 semanas luego, los dolores en mi pecho por verlo todos los días hicieron que aumentara la dosis de Anafranil, sin que mis padres se dieran cuenta, 3 pastillas, en vez de una. Es exagerado, pero esa alucinación, lo provoco, ni dos pastillas servían.

Sonó el despertador 8:30 de la mañana, separe unos jeans y una blusa, tomé una ducha, me lave los dientes y baje las escaleras. Mi madre sirvió el desayuno, me senté junto a mi padre, y desayune unos hot cakes, con jugo de naranja.

-sonó la puerta. –Yo abro. –dijo mi padre.

-cuando abrió la puerta, me asome desde la silla, y me topé con un hombre de traje negro, con

una sonrisa de oreja a oreja. –Hermano. –lo saludo Victorio, con un abrazo enorme. Cuando se desprendió de mi padre, me miro. -¡Petisa! –Tío –corrí hacia a él, y lo abrase fuerte.

-Hueles a cigarro. –me susurró. –Ya, no digas nada. –le respondí en el mismo tono que el.

-Saludo a mi madre, y a Selena, luego nos pidió que nos sentáramos. Me senté en un taburete de la barra de la cocina. –¿Qué es lo que vienes hacer aquí?

-Los vine a visitar y a terminar unos trabajos aquí. Los reuní, porque como ustedes saben, y ella sabe. –me señalo a mí. –Soy un empresario, un hombre de negocios, y como en todo negocio, te ganas enemigos, muy grandes enemigos. Es por eso, que mientras esté aquí, le dispondré a cada uno de ustedes unos guardaespaldas.

-¿Qué?, ¿Es enserio?

-Petisa, no grites. Y por hacerlo a ti te pondré dos. Y los llevaras en el viaje con Dave. –si Victorio lo conocía, y también conocía a su familia.

-¿Por qué?

-Porque no quieres que termines en una fosa.

-¡Victorio! –Grito mi madre. –Lo siento, ella es muy dura, y no hay forma de hacerle entender. Si no somos, explícitos.

-¿En donde están? –pregunto mi padre.

-Los hare entrar. –siete gorilas entraron, y se pusieron uno al lado del otro. Me parecía realmente absurdo me di media vuelta, para subir las escaleras, pero un escalofrío me recorrió la espalda, me di media vuelta, no había nadie allí, solo mi padre mirándome fijo para que me sentara, cosa que debí obedecer.

-Bien, -Victorio se puso a contar. –falta Trevor.

-Aquí estoy señor. –dios, esa fue la voz más hermosa que escuche en mi vida, estaba jugando con mis uñas, cuando Victorio me llamo la atención.

-¿Qué?

-Elige a dos. –empecé a mirarlo de izquierda a derecha, el tercero lo reconocí, era Bob, el Gorila que siempre siguió a mi tío y era ya parte de la familia, cuando íbamos a la casa de Victorio.

-A Bob, y a… -seguí buscando, y en el último, el dueño de la voz acaramelada, su cabello color chocolate, casi dorado, al igual que sus ojos. Su boca, eran dos labios, color carne, perfectamente creados. Y su cuerpo, con una remera blanca, perfectamente pegada al cuerpo, a su perfecto cuerpo. Si había un bombero cerca que viniera, me estaba prendiendo fuego con sus ojos clavados en los míos. Su rostro lo veía conocido, pero no sabía de dónde.

-¿Jazmine, te sientes bien?

-Quién, yo, sí.

-Necesitas a otro. –comencé a sentir el dolor en el pecho, punzadas en él, dolor de cabeza, cuando miraba a dicho “ángel”, sentí una lágrima en el labio, ¿estaba llorando?, cerré los ojos, y volví a abrirlos, cuando volví a sentir el dolor, recordé quien era, comencé a temblar, era mi propia alucinación, que no veía hace 4 semanas atrás.

-¿T…ú? –lo señale con el dedo temblando. No aguante más y corrí a mi cuarto. Alguien me seguía, ni siquiera me moleste en mirar, me calcé las zapatillas, tome mi chaqueta y salí por la ventana, salte al techo del garaje, y luego baje al asfalto mojado por la lluvia.

Camine unas dos horas, por calles que ni conocía, de las 4 semanas que yo vivía allí, ni siquiera me interesaba conocer. Fui por calles, con luces que alumbraban el asfalto, una vez que me aleje lo suficiente de mi casa, el dolor se calmo. Los locales estaban llenos de gente almorzando, mire la hora, 13:15, el cielo estaba nublado, por la tormenta que estaba haciendo, la lluvia no cesaba y ni me interesaba que me mojara, el agua estaba congelada, pero ni eso me importaba. Cuando estaba tomando la calle, que mi padre me nombro una y otra vez, que doblara dos veces y llegaría a la casa. Mientras caminaba un auto oscuro, con dos hombres que no conocía, bajaron la ventanilla.

-Pareces perdida, quieres que te alcancemos a tu casa. –Sabia que esto no era una muestra de solidaridad, ni nada, venia por el lado malo, de la situación. Si les decía que NO, era de inteligente, pero podrían bajarse y hacerlo por las malas. Si les decía que SI, me encantaría saber cómo mi madre se lo tomaría, sé que ella no me apreciaba como lo hacía con Selena, no me molestaba ya me había acostumbrado a esa idea.

-S… -una mano fría me rodeo la cintura, subí la vista, y era él, el hombre por el cual yo había escapado, de lo que ahora debía llamar “mi casa”.

-No creo que necesite que la lleven. La chica está conmigo. –puso su mano en su cintura, tocando el mango de la … pistola.

-Los dos hombres arrancaron el motor del auto, aceleraron y se fueron en un abrir y cerrar de ojos. Subí el rostro, al suyo pálido, blanco como la nieve. Sus ojos que antes eran color de la miel clara, ya eran dos pozos negros.

-Ellos querían secuestrarte, o matarte, por las idioteces adolescentes que haces tú.

-Hey suéltame. –No te soltare, porque sé que te irás.

-el dolor no había empezado, y eso me parecía raro, pero a la vez gratificante. -¿Quién te crees que eres?

-De ahora en más soy él que te va a cuidar, junto con Bob. Ahora volvamos a tu casa.

-comenzó dificultarse mí respiración, no era por su presencia era por otra cosa, la cabeza me daba vuelta, tenía la boca demasiado seca, me dolía el estomago.

-¿Jazmine, qué sucede? –comencé a ver borroso, y a perder la estabilidad, ya ni siquiera sabía dónde estaba.

-estaba cayendo y me atajo. –Vamos al auto. –fue lo último que escuche, de allí en adelante perdí el conocimiento, solo sentí que me cargo en sus brazos, congelándome por el frío, que hacía eso se calmó, cuando me abrigo con su chaqueta.

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