21 dic 2010

Capítulo 14: "Ojos de Miel"

-abrí los ojos lentamente, pero me sentía igual de mal, desde la vez que me desmaye, con él allí. -¿Jazmine. Cómo te sientes? –pregunto él.

-Igual, como cuando me desmaye. –en el cuarto, sólo estaba él. -¿Los demás? –Duermen, son las tres de la mañana. Siéntate, voy a revisarte.

-¿Por qué tu y no un médico? –Yo soy médico. –¿Médico y Guardaespaldas?, de que cielo caíste.

-De ninguno, ¿Puedes sentarte, de una vez? –obedecí. Pero la revisión se vio interrumpida cuando mis padres entraron. -¿Cómo estas?

-Mal. –comencé a temblar, pero no de frío, sentirme mareada, y temblar con fuerza.

-No, no. Está teniendo convulsiones, necesito, una cuchara, ¡Ya!

Sentí pasos y minuto después, sentí algo frío en mi boca, sobre mi lengua.

-¿Le están dando alguna medicación?

-Anafranil. –dijo mi madre desesperada, y volví a perder el conocimiento.

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-Jaz. –la voz de mi padre. -¿estás despierta?

-Asentí con la cabeza, sin abrir los ojos. -¿Cómo te sientes?

-No lo sé.

-Estuviste inconsciente unos 3 días.

-tres días tirada en una cama, para mí sería un record. -¿Dónde estoy?

-Si abres los ojos, te darás cuenta. –su voz.

-Abrí los ojos, me encontraba en mi cuarto, me topé primero con sus ojos dorados, luego con mi padre, de lado de la cama.

-¿Qué sucedió? –Te estaban medicando, con algo que no es para tu edad, en realidad lo es, pero no es adecuado para niños, es de personas muy frías darle eso a sus hijos.

-Me creen loca, por eso me lo dieron. –soltó un risita. –no te burles es en serio

-Sabes que no lo es. –dijo mi padre.

-Adivino ¿lo hacen por bien?

-Mal que te pese, sí, lo hacemos por tu bien.

-Sí, y termine … inconsciente tres días.

-De acuerdo, no quiero discutir. Descansa, luego vuelvo. –salió del cuarto, y me quede con él, sentado en la mecedora, enfrente de mí. No podía dejar de pensar, si su piel pálida y fría, era tan suave, como se mostraba.

-¿Luego qué sucedió? –Tuviste convulsiones, fiebre, y todos los síntomas de la droga del Anafranil, pero ya sucedió lo peor.

-Gracias, por haberme ido a buscar.

-No hay porque, es mi trabajo. –me dedico una mirada, y se levantó de la mecedora. –Haré mi turno en la puerta.

-Está bien, ¿Puedes decirme la hora? –miro su muñeca. –Las ocho de la mañana. Hasta luego

-Adiós. –Cuando se fue, salí de la cama, tomé una ducha, me cambie de ropa, pero esta vez comencé a sentirme mal, no de enfermedad, sino de tristeza, había comenzado a llorar, sentada en la punta de la cama. Unas horas luego tocaron a la puerta, pero al ver que no respondía, entraron.

-Dice tu madre, si… -me gire para verlo, miré sus ojos color miel. –Hey, ¿Qué sucede?

-no podía dejar un momento de llorar, se sentó junto a mí. -¿Por qué lloras?

-No lo sé. –pude decir antes de comenzar a llorar nuevamente.

-¿Puedo abrazarte? –alguien que no conocía, me estaba pidiendo si podía abrazarme. –No

-Negué ahogada en lágrimas. -¿Quieres qué me quede? –su presencia a pesar de todo me hacia bien, me hacía sentir a gusto en donde estaba. –Sí .

-me recosté en la cama, llorando, me abrasé a la almohada, y llore por horas.

-Jazmine. –mi nombre quedaba hermoso en sus labios, y pronunciado por su voz. –No puedes llorar de esa manera, debe a ver algo que necesites.

-No necesito nada. –sabía lo que necesitaba.-

Yo era una chica, que no decía todo lo que había en su vida, ocultaba demasiadas cosas, y muy pocos sabían la verdad. Mi familia, al principio, éramos muy unidos. Estaba integrada por:

-Joseph, mi padre.

-Sarah, mi madre

-Selena

-Yo.

Y había alguien más que yo negué, pero si existía, y lo odiaba por el solo hecho de ocultarme tantas cosas.

-Damon, me costaba recordar su nombre dado que no lo había visto hace demasiado tiempo, Damon, era mi … hermano. Sí yo tenía un hermano mayor … de sangre. De esto solo saben, Sheyla, Dave y Frank, nadie más.

-Voy a irme, si sucede algo, gritas. –me abrigo con su saco, y se largo de allí. Su abrigo, olía hermoso, olía a él, no había aroma, más delicioso, que ese. El aroma de … Trevor.

Dos horas luego.

-¿Hija, puedo entrar? –le respondí a mi padre, con un tembloroso SÍ. –Hace horas que te escuchamos llorar, ¿Qué es lo que sucede? –me gire aún en el saco de mi guardaespaldas, mirando a mi padre.

-Lo necesito. -¿A quién?

-A él -Quién es él.

-A quien me cuesta nombrarlo. –Se quedo mirándome. –¿Damon?

-Lo necesito, es mi hermano, se supone que debe estar en mi adolescencia. Eso creo.

-No podrá venir, hija, él te quiere mucho, pero no vendrá.

-rompí en llanto, la verdad dolía. –Lo siento, hija. Ahora baja a cenar, mañana temprano sale el vuelo con Dave. –lo había olvidado, por completo.

-¿Cenar, qué hora es?

-Las siete y media de la noche

-Llore como 9 horas, ¿Qué me estaba pasando? -Ahora bajo. –cuando se marchó, fui hacia el baño, me lave la cara, al mirarme en el espejo, Wow! ¿Esa era yo? Tenía los ojos rojos he hinchados, tenía la boca seca, al igual que la sangre que tenía en los labios, por apretarme con los dientes, con fuerza, para no pegar gritos de llantos. Volví a lavarme el rostro, y baje las escaleras, mi madre, me veía de forma extraña, me senté en un rincón y aparte la vista, esperando la cena.

Cenamos carne, con ensalada, todos en silencio, debes en cuando Victorio hacia alguna broma, pero yo estaba en silencio, ni siquiera supe como la comida bajaba a mí estomago. Comí la mitad de la comida, y me levanté de la mesa.

-¿Ya te vas? –pregunto mi tío, mientras les daba la espalda.

-Sí. –Pero no comiste prácticamente nada.

-No tengo hambre. –subí las escaleras y en la puerta estaban, Bob y Él, parados en la puerta como si fueron estatuas. –Vayan a dormir, no es necesario esta hora. -¿Segura petisa? –pregunto Bob. –Sí, díganle a mi tío, que yo les dije. Aunque me encantaría aparecer en una fosa … muerta. –susurre tan bajo que nadie me escucho, por lo menos Bob no, porque bajo a hablar con Victorio. Alce la vista, y abrí la puerta. –Nadie te quiere ver muerta. –dijo entre dientes, me metí al cuarto, Genial! Ahora escuchaba todo lo que yo pudiera decir. Saque un bolso negro, y guarde, algunos Jeans, blusas cortas y remeras de algodón de mangas largas, dos pares de zapatillas, y demasiados shorts que usaba de pijama, pijamas y algunos shorts de jeans para salir. Guardé algunos libros y el sobre de Dave, con todo este “llanto” había olvidado ver el CD, pero todas las tardes los llamaba. Cerré el bolso y lo deje sobre la cama, con una chaqueta y mi pasaporte. Me senté en la mecedora a leer uno de los libros que no había guardado.

\O – O/ \O – O/\O – O/\O – O/\O – O/

\O – O/ \O – O/\O – O/\O – O/

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No supe cuantas horas leí después de cuatro horas, perdí la noción del tiempo y me quede dormida en la mecedora, con la ventana abierta.

La brisa congelada de la mañana hizo que abriera los ojos, mis pies estaban levantados, y mi cabeza apoyada en el pecho de alguien, frío y sólido como roca, subí la vista. ¡Por qué!, grité para mis adentros, siempre estaba ahí. Ojos de miel, me estaba cargando a hacia la cama abrigada por su saco, otra vez.

-¿Qué … haces aquí? –Sigue durmiendo. –susurró. –Ve a dormir. –le dije mientras volví a apoyar mi cabeza en su pecho, en su hermoso y cómodo pecho. –No. –me volvió a recostar en la cama. –Tú, sigue durmiendo. –tenía los ojos entreabiertos, veía borroso. Pude ver que tomaba mi libro, dejándolo en la mecedora. Se acerco a la ventana, para cerrarla.

-No la cierres. –susurré

-Hace frío. –Pero me gusta así. –De acuerdo. Descansa. –Luego se largo del cuarto.

El aroma de su saco, hiso que me durmiera, sin lágrimas, pero con frío.


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